1-7
“―Pero
un sueño no es realidad.
―¿Y quién te dice cuál es cuál?”
Anna frunce la nariz cuando entra Bruce Banner acompañado de Jean en el
lugar donde la tienen encerrada.
― Buenos
días, soy la doctora Jean Grey, y este es… ―
― Bruce ― terminó Anna
la frase de ella y sonrió. ―
Ya me lo han dicho. Yo soy Anna, creo, ¿Qué es un doctor? ― Se aparta un mechón de
flecho del cabello rojo que tiene ese día.
― La persona que tiene un máximo
grado de estudios ― dice mecánicamente la doctora.
Anna
no dio señal de entendimiento pero, tampoco preguntó nada más.
― La
doctora Jean vino para que podamos hacerte unas pruebas, Anna. Queremos saber
más acerca de ti.
―
Bien ― dice ella en un suspiro, y se sienta en la cama.
Jean y Bruce colocan un maletín sobre una mesa que está en la habitación
y sacan una jeringa y tres frascos. Anna comienza a tensarse y Jean puede
notarlo en el ambiente.
―
Anna, ¿estás bien? ― pregunta ella y se gira para ver como el tono de su cabello
pasa de rojo fresa a anaranjado.
―
¿Reed también es un doctor?
― Sí
― contesta Bruce, y en seguida ambos se dan cuenta de lo que quiere Anna.
―
¿Puede venir él también? Me… ― Anna se retuerce las manos.
―
Iré por él ― sonrie Bruce, y sale de la cámara. Anna lo mira desde dentro hasta
que sale del pasillo que rodea la cámara.
―
Mientras, me gustaría hacerte algunas preguntas Anna. ― Dice Jean, haciendo que
vuelva la vista a ella.
―
Claro ― dice Anna mientras se acomoda, y observa como la doctora saca una
libreta para tomar nota.
***
Louise
es sacudida y sale rápida y confusamente de su sueño. Alguien con cabello entre
castaño y rubio, demasiado corto, y vestido completamente de negro la mira
desde arriba.
―
Siéntate ― le dice en cuanto ella abre los ojos.
― Sí
― dice ella mientras se endereza, y se recarga en la pared. Intentando que la delgada
y escasa bata que le habían puesto no enseñara nada que ella no quería que el
tipo que estaba ahí viera mientras cambiaba de posición. ―
Hace algo de frío aquí, ¿sabes? ―
Comentó molesta.
―
Veré que puedo hacer ― dice él y después le extiende una hoja de papel. ― Toma,
léelo.
Los ojos de Louise van arriba y debajo de la hoja, rápidamente.
― ¿Y
esto? ― pregunta al tiempo, demasiado rápido para el gusto del chico.
―
Léelo ― insiste él.
―
Pero ya lo he leído. “Me accidenté en la carretera chocando contra un auto del
gobierno, quedé inconsciente y no llevaba mi cartera. Como ellos no pudieron
identificarme, me llevaron a sus instalaciones. Me han cuidado todo este tiempo.
Yo no había estado consciente hasta ahora, que desperté, los he llamado
inmediatamente. Estoy en Nueva York, y en este hospital no se permiten visitas,
por seguridad. No pueden trasladarme ya que no hay cupo en los hospitales
cercanos. Les llamaré en cuanto pueda.” ―
Dice todo esto y le avienta la hoja a Clinton. ― Lectura rápida.
―
Llamarás a tus padres ― dice él, extendiéndole un teléfono ― Para que no se
preocupen, y… ―
―
Ya, y para que no me busquen ― lo interrumpe ella, cerrando los ojos.
― Anda, ¿Cómo te llamas?
― No
puedo… ― comienza él.
― No
puedes decírmelo, ¿eh? ― sigue ella con los ojos aún cerrados. Mientras él la
observa.
― Pero apuesto a que sabes mi nombre completo, y el de mis padres, y a
qué me dedico, y hasta, no sé. ¿El último chico con el que he salido? ― Louise
abre los ojos, y le sonríe sarcásticamente. ― Irónico, ¿no?
El
chico, incómodo le extiende el teléfono.
― Llama
a tus padres, Louise.
―
Gracias, extraño.
*
* *
Anna está exhausta cuando por fin llega el doctor Reed. Inclusive le
duele un poco la cabeza. Y no sabe porque, cuando la doctora Grey sólo le había
hecho preguntas sencillas, y no había podido contestar la mayoría. Se siente
muy perturbada.
―
Hola, Anna. ― Saluda Reed con un gesto de la mano.
―
Hola Reed ― Responde ella, enderezándose.
―
¿Cómo te encuentras?
―
Igual, bueno con un ligero dolor de cabeza ― Al decir esto, Reed voltea a ver a
Jean.
―
Espero que eso pase pronto con un poco de descanso, esto no tardará nada.
―
Está bien, ¿qué es eso? ― pregunta señalando a las jeringas.
―
Vamos a sacar un poco de tu sangre para analizarla ― Reed se sienta en un banco
y se pone frente a ella. ― ¿Recuerdas el incidente del otro día?, ¿O por qué yo
ayer estuve haciéndote preguntas? Es porque eres especial ― Anna subió sus
cejas, sorprendida, al oír eso ― Bueno,
yo también soy especial, la doctora Jean también. Pero queremos saber en qué
manera, o cómo.
―
¿Usted es especial?, ¿Cómo yo? ― pregunta Anna.
―
Puedes decirlo así ― Reed extiende su brazo para alargarlo hasta donde estaba
la jeringa y ante la asombrada mirada de Anna, vuelve a su posición.
―
¡Wow! ― Sus ojos se abren y sonríe al ver la elasticidad de Reed. Sus ojos
brillan y se tornan entre verdes y azules.
―
Entonces te sacaré sangre ― dice él preparando la jeringa.
― Sí
― responde ella nerviosa.
―
Esto aprieta ― dice él mientras toma su brazo, y le ata una liga. ― Es para
poder ver tus venas.
― Oh
― contesta ella aunque no sabe qué rayos son las venas.
― No
veas ― le dice él, y entonces ella asiente y decide ver el rostro de Reed. ―
Vas a sentir un pinchazo ― sigue él, y ella hace una mueca, él ríe un poco, y
ella se queda esperando el pinchazo. Después de un minuto, Reed le quita la
liga ― ¿Ya está? ― pregunta ella incrédula.
― Sí
― le sonríe él, mostrándole los tres frascos con su sangre. Y el agujero
por el que pasó la aguja se cierra
rápidamente.
* * *
―
Entonces, ¿puede decirme qué es lo que le sucede, señorita? ― Steve mira a
Michelle desde una mesa improvisada, escondidos en el hangar, a petición de
ella, con un par de vasos de café que consiguió el capitán.
―
¿En serio tienes tiempo para mi triste y pequeña historia? ― pregunta ella
renuente
―
Estoy intrigado. ― dice él, instándola a que continúe. ― ¿Estás en la academia
de Xavier?
― Mis
padres murieron hace seis meses ― suelta ella y toma un sorbo de café ― y, eran
todo mi mundo. Éramos muy felices, ¿sabes? Eran las únicas personas con las que
me sentía bien. Porque bueno, soy diferente. ― Steve calla para que ella siga
hablando, y ella no sabe por qué pero sigue diciendo todo lo que viene a su
cabeza. ― Siempre lo he sido. Así que, soy un poco anti-social. Además, ésta estúpida
sociedad me detesta. Es decir, a todos los que somos diferentes, nos detesta.
Steve
se siente un poco extrañado al ver a una mujer hablar así, y es más, a una
niña.
―
Oh, lo siento ― dice ella dándose cuenta
― No
hay problema, es sólo que…
―
Que son unos malditos. ― Steve vuelve a reaccionar y ella ríe. ― Lo siento, me
controlaré. ― Toma aire antes de continuar. ― En fin, sí, estoy viviendo en la
academia de Xavier. Pero, yo no quiero eso. Todos dicen que lo que yo tengo es
un don, pero…pero no es cierto. Los dones se dan para algo. Y yo…yo no pude
salvarlos, a mis padres. Ellos están muertos. Muertos, Steve. ― Sube sus manos
y las mira ― ¿De qué me sirve todo esto? Soy una cobarde que sólo se salvó a sí
misma. A veces quisiera…yo también... ― Cierra los puños
― Reunirme con ellos.
Ni siquiera puedo estar en mi casa, con lo que yo conozco. Tengo que estar en
esa isla rodeada de subnormales.
Steve
Rogers se estremece al escuchar las palabras de la chica. Era imposible que una chica que no tenía ni
veintiún años se sintiera exactamente cómo él en un principio. Era tan irónico
e increíble que se había quedado sin palabras.
― Sé
que la gente la mayoría de las veces miente cuando dice que saben cómo se debe
de sentir usted, señorita. Pero, yo sé cómo se siente, créamelo.
―
¿Qué?...no quieras quedarte conmigo. Tú no sabes.
―
¿No? Yo nací el 4 de julio de 1917, señorita.
―
Pues qué bien conservado está. ― dice ella mirándolo de arriba abajo ― tienes
que darme tu secreto.
― Fui
congelado durante la guerra contra los nazis. ―explicó Rogers, (ya que él no la
conocía como la segunda guerra mundial) mirando hacia otro lado, sumido en sus
recuerdos. ― Tony Stark me encontró y me descongeló hace poco más de un año.
―
Entonces… usted….vaya. Jolines. ― Exclamó ella, imaginando
como debía de sentirse él. Quizás peor que ella.
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